Un jefe que siempre lo ha sido

SE ATRIBUYE A LOS VIEJOS ESPAÑOLES una querencia especial por contemplar el desarrollo de las obras. En el caso de Eduardo Jiménez, esa afición le llegó siendo sólo un chaval y marcó definitivamente su trayectoria, que no se salió un ápice de lo que se consideran los pasos normales de una carrera exitosa. No sabe muy bien si fue un viaje a Valencia con su instituto, que le permitió contemplar con la boca abierta el hoy desaparecido puerto Contreras, o el hecho de que los hermanos de su mejor amigo fueran ingenieros y le llevaran a ver algún trabajo, el caso es que, sin ninguna tradición familiar que le alentase, Jiménez eligió estudiar ingeniería técnica de Obras Públicas y la vida eligió hacerle jefe desde sus inicios.

No conoce trabajo alguno en el que no mandara. Con 21 años, recién salido de la carrera, entró en la plantilla del Ministerio de Obras Públicas, tenía a su cargo un equipo de diez personas como jefe de la unidad de construcción de la carretera de Valencia A-3; es decir, veló para que la contrata cumpliera los objetivos, aprendió cómo eran las obras del lado de la Administración, ayudó a acercar a varias generaciones de madrileños a la playa y constató que no se había equivocado de carrera. Se reconoce como un hombre tranquilo, que no sufrió ningún ataque de responsabilidad al verse inexperto dirigiendo a gente mucho mayor que él.

Dos años después dio el salto al otro lado. Tenía ganas de conocer cómo era dirigir obras y no sólo supervisar la dirección de otros y fue contratado por Ulloa Obras y Contratas, una firma ya desaparecida, para la conocida carretera de los pantanos. Eran tiempos sin paro para los ingenieros, que al día siguiente de acabar la carrera ya recibían ofertas y en los que cada nuevo puesto implicaba prácticamente doblar el sueldo del anterior empleo. Fue el horario estable de funcionario el que le tentó para regresar de nuevo a la Administración. Quiso estudiar la ingeniería superior y le pareció que el trabajo de oficina de la gerencia municipal de Urbanismo de Madrid le facilitaría combinar apuntes y planos.

Poco tiempo después volvió a la privada y ejerció como jefe de obra para varias empresas y en carreteras de Córdoba y Bilbao. También dirigió varios tramos de la que une su ciudad de nacimiento, Madrid, con la que le acoge en la actualidad, Lugo: la A-6.

En 1975 entró a trabajar en Cavosa, una compañía de voladuras del grupo Riotinto que le alejaría para siempre de las infraestructuras y le situaría en un campo nuevo en el que ha acabado por especializarse: la minería. Su llegada a la firma también supuso subir el escalón previsible en una carrera ordenada. Él mismo reconoce que llega un momento en el que en la obra se deja de aprender y se toca techo de responsabilidad, ya no hay hacia dónde subir y el paso lógico es asumir un cargo directivo en una compañía o en un grupo. En su caso, llegó a Cavosa como director de la división internacional, ya que la firma tenía intereses en Sudamérica y Thailandia, fundamentalmente, y continuó como director general.

Nuevo paso de manual: de ejecutivo a propietario. En 1986 diez directivos de Riotinto adquirieron la firma y la desarrollaron, de forma que, al margen de las voladuras, extendieron su actividad hacia la explotación minera (en Sudamérica y Portugal) y la energía eléctrica a través de minicentrales, con cinco en España, una de ellas en Galicia, en Castro Caldelas. También pusieron en marcha Promotora de Minas de Carbón que, hasta que los planes comunitarios de incentivación del cierre se pusieron en marcha, explotó minas en Puertollano (Ciudad Real) y Córdoba.

Los directivos se repartieron las gerencias de las distintas firmas y Jiménez, desde el mismo año de la adquisición, se instaló en Buenos Aires para asumir la dirección de tres minas de oro, dos fluviales y una primaria. Esta última —situada en Los Andes, en la frontera chilena, a 4.000 metros de altura y en la que sólo se podía trabajar cuatro meses al año— preside en una fotografía su despacho.

En 1991 regresa a España para hacerse cargo de Magnesitas de Rubián, una empresa que la sociedad había adquirido en 1987, cuando, pese a la importancia del yacimiento, tenía una actividad floja. Además de  un ERE inicial que redujo sensiblemente la plantilla y eliminó unas oficinas en Madrid, inversiones en la planta para mejorar la capacidad de producción y el rendimiento energético, así como una revisión de la distribución, Jiménez está especialmente orgulloso de conseguir en su momento que la UE aprobara una tasa antidumping para la adquisición de magnesita de fuera de Europa.

En aquel momento, la firma lucense presionó, junto a los otros tres productores europeos un precio mínimo para importar ese mineral y, de esta forma, controlar la entrada de magnesita de China, el principal productor mundial y con capacidad para venderla realmente barata. Mientras que reconoce que hoy en día —cuando China controla estrictamente qué cantidad de materias primas vende al exterior y ya las grava con sus propias tasas— una tasa así no tiene excesiva relevancia, en aquel momento dio un respiro importante a un sector que se ahogaba sin remisión.

Desde entonces, la magnesita lucense encuentra una buena salida en el mercado europeo, fundamentalmente en Reino Unido. El mineral se usa fundamentalmente para piensos de ganado vacuno y para la fertilización por lo que el volumen de ventas se regula en función de la composición del suelo.

APUNTE ♦ En jaque por las tasas de emisiones

En cuestión de un mes, Gobierno y UE habrán de decidir sobre una cuestión que tiene en jaque al sector y que preocupa sobremanera a Eduardo Jiménez, hasta el punto de hacerle temer por el futuro de esta clase de empresas: las tasas por emisiones. Los productores esperan con ansiedad conocer cuál será el sistema de cálculo de las asignaciones de derechos de emisión para el lustro 2013-2018 y que, presumiblemente, tendrá en cuenta el sistema de combustión que utilice cada empresa para producir la magnesita cáustica.

El gas parece ser el sistema que causa menos emisión, que es justamente al que no tiene acceso Magnesitas de Rubián, al igual que le ocurre a otras dos firmas griegas. Jiménez augura un abono de tasas que acabe por resultar demasiado oneroso.

Hasta el 15% de las ventas
Las tasas por emisiones podrían llegar a suponer, según calcula Jiménez, entre el 10 y el 15% de las ventas, lo que supone una reducción de la rentabilidad muy sustanciosa. El sector apenas se ha visto afectado por la crisis y mantiene hasta el momento unas cifras similares ejercicio tras ejercicio. Sí se percibió una importante reducción de la producción en el año 2009, fundamentalmente por las bajas ventas de fertilizantes, que es uno de los destinos de la magnesita caústica. Pese a todo, la rentabilidad fue similar porque su precio se elevó. .

70.000
toneladas es la actual producción de Magnesitas de Rubián, que cuando fue adquirida por la sociedad de la que forma parte Jiménez apenas llegaba a las 35.000. En la planta de Rubián trabajan, entre mina y fábrica, 45 personas . La facturación del último ejercicio fue de 15 millones de euros.

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