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Raúl de Sarria, el bus del poder

El empresario creció en el Lugo de Cacharro, dio el salto con el apoyo de Cuiña y Caixanova frente a la “invasión inglesa”, se acercó al PSOE de Zapatero y Touriño y se resituó con el PP.

En el consejo de administración del club de baloncesto Obradoiro se sienta el director del departamento de Ciencia Política de la Universidade de Santiago de Compostela, José Manuel Rivera Otero, conocido como Petene. Esa presencia no se debe a que el presidente del equipo, Raúl López, se haya sumado a la moda de ponga un politólogo en su vida que brotó en la España de Podemos, sino a una ya vieja conexión que explica una parte de la llamativa trayectoria de muy intensas relaciones con el poder político de color diverso que ha tenido este empresario lucense que ayer compareció ante la jueza de Lara tras pasar tres días en los calabozos.

Petene era el hombre de las encuestas de Touriño, el secretario xeral de Análise e Proxección que suministraba al presidente de la Xunta los estupefacientes demoscópicos que situaban al PSdeG como la primera fuerza política en Galicia, por delante del PP. Como vicerrector de la USC había trabado años atrás relación con Raúl cuando éste presidía el Breogán. Fue el embrión del sorprendente y certero giro del dueño de Monbus ante las elecciones del 2005, las de la caída de Fraga, cuando se convirtió en el primer gran empresario connotado por su proximidad al fraguismo que se pasó al bando ganador. Sus buses lucían los carteles de Touriño con el lema de Movémonos, se fotografió con Zapatero y colaboró con la Fundación Inicitivas XXI, el laboratorio de ideas del touriñismo. Y también cultivó sus relaciones con el socialista lucense José Blanco, al igual que ha hecho con el líder de los populares de Lugo, José Manuel Barreiro.

Raúl ya era en el 2005 el gran empresario autóctono del transporte de viajeros de carretera, después de un prodigioso crecimiento en respuesta a la invasión inglesa de Arriva, la multinacional que compró Ideal Auto (Iasa) en 1999. Monbus era entonces un grupo de Lugo, que se había extendido con las líneas de la emigración a partir de Raúl de Sarria, la pequeña empresa del padre, que cubría la ruta de Triacastela y Pedrafita.

En un sector de concesiones públicas en régimen de monopolio, muy dependiente por tanto de la administración pública, el muy inteligente y agresivo en su gestión Raúl López puso los cimientos de su impero en el Lugo en los tiempos de Cacharro, cuando dio su primer gran salto hacia delante con la adquisición de la empresa Monforte y la creación del grupo Monbus. Tras la entrada de Arriva en Galicia usó sus conexiones políticas para multiplicar su tamaño al comprar sucesivamente la pontevedresa La Unión y la compostelana Castromil con ayudas públicas de la Xunta, con Cuiña de conselleiro del ramo, y la participación de Caixanova en el accionariado. Era la reacción gallega a la irrupción de Arriva, a la que plantó cara mientras aplicaba sus contundentes métodos en el manejo de las relaciones laborales, que desembocaron en una virulenta huelga en La Unión.

El acercamiento al PSOE no impidió que Raúl mantuviese su influencia después de la caída del bipartito en las elecciones del 2009, como se comprobó en ese mismo año cuando el empresario desplegó una intensa actividad de lobby en el Parlamento para que, ya con una nueva mayoría absoluta del PP, se aprobase una ley que prorrogaba en diez años las concesiones de transporte de viajeros, a fin de proteger a las empresas ante las normas liberalizadoras de la UE. Resulta sorprendente que Feijóo no recuerde si se reunió con el patrón de los autobuses de Galicia, él que fue durante más de dos años conselleiro de Política Territorial y responsable por tanto del sector del transporte. Pero seguro que va a haber más políticos que quieran marcar distancias en este decisivo año electoral.

Ourense, allí donde pasan las cosas en la política gallega
Por más que Baltar II disimule, resulta evidente que él no eligió al candidato del PP a la alcaldía de Ourense, pues fue Feijóo quien se lo impuso. Sin embargo, el hijo repite la clásica maniobra del padre, Baltar I, quien, por ejemplo, presumía de haber afiliado a Feijóo al PP y de meterlo en la ejecutiva gallega a comienzos de este siglo, pese a que en realidad se trataba de una maniobra de Romay y Rajoy para preparar la sucesión de Fraga.

Debilitado por la condena judicial de su progenitor y la investigación sobre las finanzas del PP provincial, Baltar II se ha tenido que plegar ante los designios del dedo del presidente de la Xunta. No obstante, resulta probable que sí haya intervenido en la designación de otro candidato a la alcaldía, el de Ourense en Común, la versión de As Burgas de la Marea Atlántica de A Coruña, la teórica alternativa rupturista creada a imagen y semejanza del Guanyem Barcelona de Ada Colau.

La política de la ciudad de As Burgas nunca deja de sorprender. Ourense es el lugar donde pasan las cosas en la política gallega. Fue donde nació y murió Coalición Galega, donde saltó por los aires la unidad del PP de Fraga cuando Baltar I metió a sus diputados en un piso, donde surgieron las versiones más caciquiles de PSOE y BNG, con Pachi y Quintana, y donde comenzó el colapso de la Alternativa Galega de Esquerda, con el caso Carmiña.


En Ourense se celebraron el pasado domingo las más sorprendentes y concurridas primarias en Galicia de las nuevas candidaturas ciudadanas conocidas como mareas. En las elecciones de Ourense en Común votaron 1.586 personas, el doble que en A Coruña y seis veces más que en Vigo. Pero en realidad la participación resultó mínima, pues fue del 0,004% de los 38,8 millones de personas que podían hacerlo, que tenían que ser mayores de 16 años que dispusiesen de un pasaporte, un DNI o una tarjeta de identificación de extranjeros.


El censo es la base de toda elección, dice el clásico principio de la sociología electoral. Y ahí comenzó el disparate, pues no había que inscribirse. Podía votar cualquiera. Hubo acarreos de votos desde de toda la provincia, como el que sus rivales le acusan de haber hecho a Compromiso por Galicia, el partido del vencedor, Xosé Mosquera, líder del PNG y antiguo miembro del BNG. Ganó con un 27% de los sufragios, porque el voto se fragmentó mucho, entre el candidato vecinal que quedó de segundo y los de Anova, Esquerda Unida y otros. Hubo más candidatos que acarrearon votantes y se dice que participaron afiliados del PP. Desde el baltarismo incluso presumen de haber puesto a Mosquera, que trabaja desde hace lustros en la Diputación. Sería una forma de intentar diluir el potencial rupturista de esta candidatura y de abrir una vía para que la alcaldía del exconselleiro Vázquez no dependa sólo del posible apoyo de Democracia Ourensana.


Los que ahora se quejan deberían haberlo hecho cuando se aprobó el reglamento de las primarias, pues organizar una elección sin censo supone invitar a que el baltarismo intervenga y de fomentar el acarreo.

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