Opinión

Un problema que se arrastra

EL O LOS PROBLEMAS del sector lácteo son crónicos en Galicia. Algunos son reflejo de males endógenos del país. La dimensión o capacidad de producción competitiva en las explotaciones y en la organización para la comercialización, o la incapacidad de articular ese tópico grupo lácteo gallego: una industria transformadora de dimensión, que vinculase a toda la cadena del sector. El malestar de los productores se entiende. Es preocupante su situación en Galicia y su perspectiva de futuro. Las responsabilidades hay que repartirlas. Las administraciones públicas, actuales y pasadas; unas organizaciones sindicales/profesionales centradas en captar recursos públicos para sostenerse a sí mismas y, al tiempo, ejercer de correa de transmisión partidista y canalizar recursos. Y, aunque no se diga, hay una frustración por la incapacidad demostrada de articular en Galicia una industria derivada, que, en la transformación, aporte valor añadido. ¿Corresponde a la iniciativa privada? Cierto. Pero como toda realidad económica en este país es intervención/mano pública, ese papel impulsor ha fallado cuando no ha cometido garrafales errores. De aquellos fondos europeos sobran paseos marítimos y sospechosos cursos de formación. Falta la base de un tejido industrial desde el sector primario. En ese objetivo de industria, que dé valor a la producción y de organización como fuerza en la comercialización, deberían haber sumado esfuerzo y riesgo las organizaciones profesionales/sindicales. También para generar unión-fortaleza en la comercialización ante la industria y frente a intermediaciones innecesarias. El papel no puede ser un sindicalismo clásico de la sociedad industrial. Ni como agentes y sucursales partidarias. Esta crisis debería servir para analizar fallos del pasado y ponerse a la tarea de construir seguridades de futuro. Dominará el ruido.

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