Opinión

Custodias

ALGUNOS DE LOS que los que le conocían no dudan en afirmar que el doble parricida de Moraña era "persona correcta y encantadora en el trato", hasta que empuñó la radial y degolló a sus dos hijas. Es un aldabonazo más de los que resuenan en el complicado desenlace de las separaciones cuando hay hijos de por medio. Como en este caso, son los que pagan las desavenencias de sus progenitores, casi siempre por culpa de las custodias. Lo extraño de este caso es que era compartida, pero así y todo apunta a que fue la causa principal de la tragedia. Son situaciones de conciliación difícil, cuando no imposible, y en no pocas ocasiones agravadas por la falta de tino de quienes deciden los tutelajes. Es evidente que en asuntos tan vidriosos, hay jueces que toman decisiones muy a la ligera, sin medir ni los sentimientos de las personas ni las posibles consecuencias, solo amparándose en la frialdad legislativa, que no siempre concuerda ni con la realidad del conflicto familiar ni con lo que más conviene para acercar posturas y, sobre todo, para no perjudicar más a los hijos.

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