Opinión

Eléctricas

OCURRE que cuando alguien reclama algo, lo primero que suele reprochársele es no haber leído la letra pequeña del contrato, factura o cualquier documento, y casi siempre es verdad, pero hacerlo supone enfrentarse a eufemismos y retóricas indescifrables. Pero por difícil que resulte, nada debe de serlo tanto como los recibos de la luz; con la facturación fragmentada son cada vez más confusos. Por algo el sondeo al respecto de la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia revela que tres de cada cuatro usuarios desconocen cómo se calculan las tarifas, ignorando la diferencia entre mercado libre y regulado, clave al parecer para contratar ofertas y descuentos. Lo único claro es que desde 2008 la factura eléctrica engordó un setenta por ciento, pues en cuanto al contenido de los recibos debe de haberse ideado para que no se entienda, lo cual no deje de ser una medida disuasoria para no reclamar: muchos consumidores optan por no enredarse en galimatías y, como debiera ser, no preguntar. Entre tanto las eléctricas, en vez de exponerlo legible, optan por incrementar la recaudación y sus ganancias. El cliente, que se las apañe.

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