Opinión

Palabras y gestos

EL ENCUENTRO entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez aporta la expresión gráfica de que entre ambos líderes están rotos todos los puentes. Es imposible que entre ambos se construya nada positivo. Las simpatías o antipatías en el ámbito personal no interesan. Sí es de interés geenral cuando las malas relaciones repercuten en el campo profesional, que eso es el ejercicio de sus responsabilidades políticas. El señor Rajoy está en su pleno derecho a sentirse molesto con el señor Sánchez, a no tomarse una caña con él, por aquella salida de tono -«usted es un indecente»- del candidato socialista en el debate preelectoral. Pero el gesto de ayer ante las cámaras -no responder al saludo de Pedro Sánchez con la mano- sitúa muy bajo el nivel al que ha descendido la relación entre los líderes de los dos principales partidos. Este país no necesita, ni merece, recibir de los políticos mensajes de más crispación. Si los señores Rajoy y Sánchez se saludaron antes del encuentro con las cámaras, no resta significación y gravedad a lo sucedido.

Agujeros negros
El holandés que ha estado en España 12 años en la cárcel por una violación que se demostró que no cometió «solo quiere justicia». Deberían darle respuesta. La marca España así lo demanda. Si el eslogan, además de publicidad y propaganda, responde a un país serio, seguro y en el que las instituciones funcionan. Demasiadas piezas del sistema no quedan precisamente bien con el relato de la historia de este hombre al que destrozaron la vida. Desde su detención en Fuengirola, «amenazado, insultado y maltratado física y psicológicamente durante tres días» hasta la gran lentitud. La prueba exculpatoria apareció en 2007 en un cruce de perfiles genéticos y la policía científica británica alertó a la española. No sale de la cárcel hasta el jueves pasado, un día después de la sentencia del Supremo, «con 33 euros, una bolsa de plástico y tres prendas de ropa».

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