Opinión

Líneas rojas

SI TODO tiene su límite, en política también caben, por necesarios, topes, pero si los excesos nunca son buenos, tampoco lo son en este caso y en este galimatías de vetos para formar gobierno solo se entienden y justifican las líneas rojas que marca la Constitución, nunca si son con fines partidistas o intereses personales. Pedro Sánchez, con su terquedad de rechazar, de entrada, al PP, cuestiona y siembre dudas sobre su talante democrático. Está muy bien que marque sus condiciones y sea exigente con los principios de su partido para acordar pactos, pero lo que no puede es liquidar el diálogo, precisamente por ser uno de los pilares fundamentales del sistema democrático. Su obstinación no es el repudio a Rajoy, por muy repulsivo que le resulte, sino que ofende a siete millones de ciudadanos que apoyan legítimamente una opción política, por si fuera poco la mayoritaria. Y eso es totalitarismo puro y duro. Ahí se ve como al señor Sánchez solo le interesa conformar su ambición y su codicia por llegar a la Moncloa, sin importarle para nada el futuro del país. Visto así, el candidato socialista es una seria amenaza para la voluntad popular.

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