Opinión

Triunfo doble en Madrid

SUFRIR por partida doble. Padecer la emoción durante ciento veinte minutos en una final que empezó un domingo y acabó un lunes. Dos días de angustia para que el estallido de alegría merezca la pena. Así se sintieron los culés este domingo. Y una parte del celtismo también, que por un día fue tan barcelonista como Piqué o Bartomeu.

El trofeo del k.o. es uno más para el Barça, pero para los vigueses significa meterse en Europa de facto, sin rondas previas, sin sustos veraniegos, de disfrutar de amistosos inocuos en la terraza de la playa.

Porque el domingo tuvieron su parte de taquicardia en un partido que fue de todo menos blandengue. Fue una final sosa hasta la roja a Mascherano. Ahí surgió el ascendiente de dos clásicos azulgranas: Gerard Piqué y Andrés Iniesta. Uno destruyendo los intentos sevillistas de lograr un doblete histórico. El otro creó magia una y otra vez, hizo poesía con un balón, mostró una clase infinita para sostener a un equipo subido a una pelota de fútbol.

No tuvo el mismo acierto Unai Emery, al que su lado cagón le pudo para no ir con todo cuando pudo. Decidió atacar con reservas, esperar su momento y se cansó de hacerlo. Quizás le valga contra Klopp, pero no contra Neymar, que forzó una expulsión de Banega para igualar en número y conducir el duelo a la prórroga donde decidió la calidad culé.

Jordi Alba hizo el 1-0 y Neymar acabó con las pulsaciones a 200 del barcelonismo. Suma otro doblete en una temporada en la que los sustos y la emoción convirtieron la 2015-2016 en un tobogán de sensaciones. Desde este domingo toca sonreír en el Camp Nou. También en Balaídos, aunque sea por cuenta ajena.

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