Opinión

Regreso a O Courel: Highlands

DIEZ DE agosto de 2016. Cambio de planes, a causa del tiempo. Ocurre a menudo: piensas una excursión y la lluvia te obliga a sustituirla por otra, sin alejarte demasiado del refugio del coche. Hoy iba a pasar por Visuña, llegar a Ferramulín y adentrarme en la provincia de León hasta Oencia. Me saldría así de los límites estrictos de O Courel, pero me justificaría el verso de Uxío Novoneyra en Os Eidos: "Serras longas de Oencia e Val di Orras!". El caso es que hago un cambio de planes, pero al revés de lo habitual, ya que hace tan buen día, un día perfecto, que me fastidia ir horas encerrado en el coche. Me detengo, pues, en el alto do Couto y me echo a andar por el monte de matorral, casi por la línea de cumbre del Formigueiros, por la ladera opuesta a la Devesa de Rogueira, el camino más alto de la sierra y el de mejores panorámicas. 

Un respetable bocadillo de jamón que tomé de desayuno me da fuerzas para la ascensión inicial, que es de garabatillo y ya no está uno para muchos trotes. Levantas la cabeza y ves arriba, muy arriba, casi encima, la última vuelta del camino, como en esos puertos tan desmoralizantes del Tour. Te preguntas si vas a ser capaz de llegar hasta allí. Pero lo eres. Muy despacio, porque la clave, al igual que en la natacióno al correr, está en amoldarel ritmo a la respiración,que sea ella la que lo marque y nunca forzarla demasiado, pues si no te quedarías cortado. No hay una nube y la temperatura parece hecha de encargo, pues el viento del norte refresca lo justo. Pasa planeando un cernícalo, sin esfuerzo alguno, qué envidia.

Abajo, en un rinconcito, se acurruca Céramo y desde algo más arriba, veo el primer barrio de Visuña. Sigo un paso, otro, otro, en algunos tramos es casi como si estuviera subiendo una escalera. Por fin, a la media hora larga, muy larga, termina la cuesta. Y el paisaje se abre en laderas de uces y carqueixas, en montes y más montes. En estos casos siempre recuerdo —como ya recogí en Un ano nos Ancares aquel diálogo de Cumbres borrascosas: "¿Cuánto se tardará en llegar a lo alto de aquellos montes, qué habrá detrás?—Hay otros montes iguales". Ése debe de ser el Montouto, quemarca el límite entre Lugo, Ourense y León. 

Los brezales sin fin, las vaguadas y lo quebrado del escenario, sin un palmo llano, todo me lleva —en tono menor, claro— a las Highlands, las Tierras Altas escocesas, a aquel agosto que pasé recorriéndolas, una de las últimas fronteras salvajes de Europa. Faltan los rebaños de ovejas negras con la cara blanca, falta algún lago que otro (la laguna de Lucenza es poco más que una charca, seca en esta época) y desde hace unos años faltan, ay, las águilas reales. Pero para eso está la imaginación. Highlands, pues.

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