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Rajoy, el mayor riesgo de Feijóo

Más que del posible tirón del candidato emergente Villares y mientras sigue su tempestad interna, las opciones de éxito del centro izquierda pasan por que al PP lo lastre su líder

EL TSUNAMI TIRÓ EL CASTILLO de Soutomaior se titulaba la versión electoral de esta página del 25 de mayo de 2015. Era una metáfora que trataba de resumir el terremoto electoral que se había vivido en las municipales en Galicia, con una histórica derrota del PP, reflejada sobre todo en la inédita conquista por el centro izquierda de la Diputación de Pontevedra, titular de la fortaleza próxima a Arcade. Después Carmela Silva convirtió la metáfora en realidad, cuando decidió desde la presidencia de la institución provincial negarle al PP el uso del castillo. Se trata de una decisión partidista, como lo era la utilización de ese bien público como símbolo de la Galicia de Rajoy. Ni populares ni socialistas están legitimados, por tanto, para criticarse por practicar ese juego.

Pero también es natural que Rajoy quisiese ser ayer [sábado] una mezcla de Douglas MacArthur y de Pedro Madruga, para proclamar que "volveremos" al castillo. Lo hizo en el nuevo lugar escogido para abrir el curso político, la muy bella carballeira de San Xusto, en la que los populares escenificaron su moral renacida de las cenizas desde el 26-J, pero en tiempos de una desconocida debilidad, la que les hizo perder hasta su castillo.

La inesperada aunque insuficiente subida del 26 de junio, que vendió en los medios como si le hubiese dado 186 escaños y no 137, le hizo recobrar al PP los ánimos para soñar con mantener la mayoría absoluta que parecía una reliquia del pasado, ya que en la España autonómica sólo existe en Galicia. Pero aunque Feijóo afirme que España le dijo que sí a Rajoy ya el 20-D, entonces le dio un no rotundo, y un no a medias el 26-J. Como no hubo un sí a otro candidato, el presidente del Gobierno sigue ahí y ayer [sábado] confirmó que planea convertir las gallegas del 25 de septiembre en su antídoto definitivo a la decadencia que arrastra desde la publicación de los papeles de Bárcenas.

Rajoy cuenta con que el Congreso le niegue la investidura la próxima semana, de manera que piensa que un triunfo en Galicia le permitirá seguir en la Moncloa, del mismo modo que la victoria de Feijóo en 2009 le abrió las puertas del palacio.

En castellano, siempre en castellano, Rajoy hizo ayer [sábado] el discurso más gallego que se le recuerda. No habló de Galicia como una parte secundaria y obligada de su disertación de fin de vacaciones sobre la política español, sino que le dedicó casi la mitad del tiempo. Para Mariano, España es su problema y Galicia, su solución.

Y ahí reside el, en principio, mayor riesgo de Feijóo para las elecciones del 25 de septiembre y también la que puede ser la principal baza del centro izquierda, más que el emergente candidato de En Marea, el juez Luís Villares, que tiene poco tiempo y mucho caldo por tomar, aunque, más allá de algunos errores, empezase bastante bien.

Feijóo ha pasado un verano muy divertido a costa de las divisiones de la oposición, que han minado sus fuerzas. Si el PP perdió el castillo en 2015 y sufrió esa derrota histórica en Galicia fue por la conjunción de toda la potencia del centro izquierda, del ague de las mareas coruñesas, del empuje de Caballero, de la fuerza del BNG de Lores y del entonces amurallado socialismo lucense. En esa suma ya no va a estar Caballero y en las mareas hay grietas relevantes.

Pero para Feijóo ha reaparecido un nuevo foco de riesgo, en casa, el del desgaste de Rajoy, que sigue siendo grande aunque se haya atenuado. En el PPdeG siempre confiaron en que en las autonómicas prevaleciese la mejor imagen de Feijóo, frente a la impopularidad del presidente del Gobierno, por más que se haya reducido. El calendario ha hecho que sea posible que el futuro de Rajoy y Feijóo se decida en un solo acto, el de la votación del 25 de septiembre. 

La injusticia que comete el PP con Agustín Baamonde 
Para salvar la alcaldía de Vilalba, que casi le hace perder el desgaste de Gerardo Criado, el PP prescinde de uno de sus puntales en el Parlamento, Agustín Baamonde, quien debe volver al concello para que Criado vaya al Senado y la senadora Sandra Vázquez, al Parlamento. Pero el PP aplazó los cambios hasta después de las elecciones y dejó por ahora a Baamonde en tierra de nadie.

Caballero, en la senda de Vázquez, que no votó a Presedo

EN LAS autonómicas de 1993 la mesa electoral de la Casa del Mar de A Coruña 19-U declaró nulo el voto del primero de los coruñeses, como le gustaba sentirse a Paco Vázquez, el kaiser como le llamaban con sorna algunos cuadros del PSdeG. En la documentación que el alcalde de A Coruña y presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (Femp) envió con su en sí mismo extraño sufragio postal faltaba algo tan básico como el certificado de inscripción censal, lo que lo invalidaba.

Se trató de la maniobra envenenada del caudillo coruñesista para dejar claro que él no votaba al candidato socialista a la presidencia de la Xunta, Antolín Sánchez Presedo, con quien mantenía una guerra abierta, en el marco de la pugna entre guerristas y renovadores. Siete meses después Vázquez sucedió a Presedo al frente del PSdeG.

El conflicto se había avivado con una elaboración de las listas que dejó al vazquismo fuera del Parlamento gallego, al caer de la candidatura su entonces hombre en Santiago, Xosé Nogueira. Pese al boicot del alcalde a la campaña de Presedo, A Coruña fue una de las ciudades en las que el PSOE mantuvo la segunda plaza, pero incluso allí el BNG se le puso casi a la par, mientras el PP de Fraga tocaba techo con 43 diputados.

Hasta en su posición en el partido en las primeras autonómicas que afronta con su cetro de Paco Vázquez del sur, Abel Caballero está siguiendo al dedillo la trayectoria de su modelo, aunque esta vez no sea por decisión propia, como sí ocurre con su cruzada localista, antigallega. Caballero es el Vázquez de Vigo porque tiene una aplastante mayoría absoluta y también preside la FEMP. Pero por lo que parece está todavía más envenenado que Vázquez en 1993, aunque sí vaya a tener diputados en O Hórreo, pues allí seguirá su fiel Abel Losada y contará también con una afín de Pontevedra.

El problema de Abel es que en Madrid le metieron en la lista al líder del sector crítico del PSOE de Vigo que además es su sobrino Gonzalo, que pasó de ser su protegido, casi el hijo que no tiene, a convertirse en su bestia negra. Teme además que se promocione si entra en el Parlamento. Por eso, aprovechando que algún genio decidió ponerle de quinto en la lista, justo en el sitio de peligro, el tío parece decidio a hacer lo posible para que no salga. 

Tío y sobrino son tal para cual, inteligentes, ególatras y viscerales. Su guerra es de exterminio. En una política tan de clanes como la gallega era inevitable que acabase pasando lo que sucede en muchas familias, la aparición del odio extremo. Y ha ocurrido en el PSdeG, ese apasionante objeto de estudio. Pero el PSdeG casi ya ni existe, ni como sucursal de Ferraz. Lo han devorado los cuatro PSOEs provinciales, creados en 2009. Lo único que queda lo representa Xoaquín Fernández Leiceaga, Xocas, porque está legitimado por un proceso interno de ámbito gallego, las primarias. Venció como venció, aliándose con Dios y el Diablo, de Sánchez y Besteiro al Caballero díscolo, y porque enfrente tenía al conselleiro de los muebles del bipartito, Méndez Romeu. Y ahora Xocas lo paga. No lleva a nadie suyo en las listas. Y para no suicidarse un poco en toda Galicia, por no poder poner al sobrino, se suicidó del todo en Vigo, despertando la ira del tío.

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