Opinión

Contrariedades políticas

LA COOPERACIÓN española ha quedado reducida a la mínima expresión. De estar a la cabeza de Europa, por compromiso y presupuesto, a situarse en el vagón de cola. En tan solo siete años, el tijeretazo ha sido tan pronunciado que "ya bajamos la pendiente sin frenos". Varias ONGs, entre las que se encuentra Entreculturas, han alertado del siniestro que han sufrido los presupuestos destinados a la Ayuda Oficial al Desarrollo en proyectos de solidaridad dedicados al fomento y promoción de la educación. Una línea descendente que no se ha detenido desde el año 2010. Por aquel entonces, estábamos situados en 354 millones de euros. A día de hoy, los Presupuestos Generales del Estado han destinado a la cooperación la pírrica cifra de 34 millones de euros. Y seguimos bajando. Lo hacemos a un gran ritmo. Con una imprudencia sin precedentes. Es solo cuestión de tiempo que nos volvamos a estampar contra nuevos muros construidos por fenómenos humanos como el de la inmigración. Curiosamente, Europa ya conoce las consecuencias humanas de no parar una guerra, de no invertir en mejorar la vida de quienes sufren la carencia absoluta de recursos básicos o de olvidar que las políticas públicas de cooperación fueron pensadas por algo y para alguien. La realidad de los refugiados es el perfecto ejemplo de que malas acciones suelen traer malos resultados. Aun así, en España, nosotros a lo nuestro: continuamos pateando, año tras año, la solidaridad con otros pueblos que tratan de luchar contra la pobreza e injusticia social a base de reducir. Aferrados a un radical 'austericidio' con todo aquello que esté asociado con la inversión social. Abonados a la resta y no a la suma. Perdidos en la inmensidad de la economía especulativa. Alabando la figura del bróker bursátil como si se tratase de la nueva concepción del líder comunitario. Un enfoque político que, cuando menos, contradice las últimas manifestaciones de Mariano Rajoy. En campaña electoral habló de reeditar un nuevo Plan Marshall (medida implementada en Europa tras la II Guerra Mundial) para evitar que la migración sea la única esperanza de África y de los africanos. Y hace unos días admitía que la solución a la pobreza estaba en actuar en origen. En sus raíces. Pues, si tan claro lo tiene, entonces, por qué incurrimos en lo mismo. A qué se debe tanta insistencia. Quizás, olvide que la cooperación al desarrollo también forma parte fundamental de la política exterior de un Estado. O, quizás, dicha contrariedad del presidente del gobierno de España, sea otra bonita muestra de anunciar aquellos compromisos que jamás tiene voluntad de cumplir.

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