Opinión

El olor de Madrid

EL NÚMERO de operaciones contra la corrupción en la Comunidad de Madrid y de detenciones de altos cargos, como ayer, obligaría a que los máximos responsables políticos populares diesen algún tipo de explicación, más allá del recurso a los insoportables y habituales tópicos o silencios. Los hechos de Madrid, como los de Levante, piden que se adopten medidas creíbles de un cambio de posición frente a la corrupción en sus diferentes formas. Madrid olía fuertemente a podrido desde hace tiempo, aunque Esperanza Aguirre no se percatase. Vendría a ser también una irresponsabilidad en un dirigente. Quienes, entre el discurso político de supuestas esencias patrias y la instrumentalización mediática interesada, quisieron monopolizar la línea del centro derecha en España, en realidad construían, como se observa, barreras defensivas para intereses nada transparentes ni generales.

Carreteras y Camino

Salvo la multiplicación de las limitaciones de velocidad entre Melide y Lavacolla y algunas señales verticales con luces intermitentes -todo era provisional-, nada se ha hecho del solemne anuncio de obras de seguridad para los peregrinos en los cruces en la carretera de Lugo a Santiago. El compromiso era de Fomento. Alguna señal vertical, con luminarias chispeantes, que incluso se inauguró con presencia de autoridades diversas de administración central, autonómica y local. El vertido incontrolado de compromisos que no se ejecutan habla de frivolidad y de falta de respeto a los ciudadanos por parte de quien los pronuncia. Esas obras que faciliten el cruce de los caminantes en diversos puntos de la ruta a Compostela son una urgencia. Como lo eran cuando se registró una víctima mortal, lucense por cierto, y se formularon los anuncios que no se cumplieron. Bien estaría que se atendiese también a la seguridad de los ciclistas, en aumento sobre el Camino.

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