Opinión

Gestión nula

EN LA última entrega de su siempre atinado análisis político semanal en este periódico, Martín G. Piñeiro aludía al "incompresible silencio lucense", referido al Ave gallego. Lo explicaba muy bien: mientras los políticos de Lugo no se mueven en su reivindicación, los de Vigo exigen con contundencia debida un tren de primera, no una lanzadera desde Ourense. Acabarán consiguiéndolo, y Lugo será como siempre la cenicienta, quedando como la única ciudad marginada y repudiada, teniendo como tiene los mismos derechos e igual contribución al fisco. De todas las maneras, por triste que parezca y al hilo de una trayectoria apática y sostenida, tampoco es una sorpresa, salvo excepciones que confirman la regla, y que afecta a todos los partidos sin excepción. Pero aun siendo una actitud reiterada por displicencia o incompetencia, no es tolerable tanta tibieza, tanta desgana, tanta flojedad de gestión. Cierto que contra el vicio de pedir está la virtud de no dar, pero no pidiendo, el no está siempre asegurado. La peor, es como un túnel donde no se ve la luz, porque para ser influyente y convincente se precisa ‘peso’ político. No tenemos ninguno.

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