Opinión

De Lezo a Romanones

BLAS DE Lezo fue un conocido almirante de la Armada española que hizo carrera en el siglo XVIII. Famoso por su capacidad estratégica, hizo una defensa heroica de Cartagena de Indias, en Colombia, ante el asedio británico de 1741. La bella ciudad colombiana fue el escenario del presunto espionaje a Ignacio González en uno de sus viajes oficiales, de ahí que la investigación y detención del expresidente de la Comunidad de Madrid se conozca como Operación Lezo.

Sin embargo, no deja de ser un sarcasmo que a esa operación contra Ignacio González por la supuestamente chapucera y delictiva gestión del Canal de Isabel II se la haya bautizado "Lezo", cuando es evidente que esta trama corrupta no ha sido, precisamente, un prodigio de estrategia. Pero insistamos en la presunción de inocencia hasta que la sentencia establezca la verdad judicial. El juez Velasco, que encuentra tiempo para entrevistas en plena instrucción del sumario, nos hará olvidar el estrellato de Garzón como siga por el caminos de las portadas. Salvo por el avispado "Tramabús" de Podemos y el recuerdo del ex-juez Baltasar, estas tribulaciones en torno a la corrupción política se salen de madre si se sacan del cauce de la Justicia y los tribunales, que son las instancias en las que se deben dirimir este tipo de miserias de lo público.

Lezo, aquel almirante español tan estratega, tampoco ha sido un ejemplo para Esperanza Aguirre, a la que se le presupone honestidad aunque una dudosa pericia para nombrar vicepresidentes: Granados y González encarcelados, y ella dimitida como portavoz popular del ayuntamiento de Madrid por su evidente despiste. Al igual que Felipe González, que se enteró por la prensa del caso Filesa por el que el PSOE fue condenado por financiación ilegal, Esperanza se enteró por el auto del juez Velasco de que su otro número 2 también tenía todas las papeletas para ser una nueva decepción. Aguirre siempre ha pecado de una cándida soberbia hasta desafiar al mismísimo patrón del PP. Desde que el helicóptero con Rajoy y Aguirre se cayera de forma poco recomendable, ella siempre ejerció el acoso y derribo de su líder por una legítima ambición personal que la llevó a aspirar a la presidencia del Gobierno. Pero al final el tiempo es sabio, y lo mismo que pone a cada uno en su sitio lo cura todo. Esperanza nunca debió volver tras su retirada por enfermedad, tal y como los hechos demuestran. Eso sólo le trajo multas en la Gran Vía, reveses electorales y ahora la enorme humillación del adiós definitivo, dado que su delfín Nacho González, otrora sucesor a dedo en la presidencia de la comunidad madrileña, también ha salido supuestamente rana.

Es un final demasiado amargo para quien se hizo desde abajo hasta ser ministra, y presidenta del Senado y de la Comunidad de Madrid. Un ejemplo de paridad en lo bueno y en lo malo que la ha puesto en fuera de juego. ¡Qué razón tenía Rajoy cuando emulando a Romanones sentenció: "¡Joder, qué tropa!". De Blas de Lezo al conde de Romanones, la sospecha persigue el PP aunque se demuestre que sólo fueron manzanas podridas en la frondosidad de su gestión económica.

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