ESTA ES una escena imaginaria. Les pido que la recreen: una mujer visita a su ginecóloga porque se ha notado un bulto en un pecho.
— Bueno, tranquila, ya verás como no es nada. De momento, te voy a pedir una mamografía.
— ¿Me la pueden hacer hoy?
— No, hoy no. Yo creo… uf… que por lo menos tendrás que esperar quince días.
—¿Dos semanas enteras? ¡Con lo preocupada que estoy!
— Ya, bueno… Es que en el hospital sólo tenemos dos mamógrafos… La verdad es que podríamos tener cuatro o cinco, porque Amancio Ortega, el de Zara, ofreció un dinero para comprar más equipos, pero le dijimos que no…
— ¿Y eso?
— Pues porque no queremos limosnas.
— Hombre, pues vosotros no querréis limosnas, pero anda que no me vendría a mí bien que me hiciesen ya las dichosas pruebas.
— Es que hay que ser serios… Es verdad que vamos fatal de mamógrafos, pero los tiene que comprar la sanidad pública.
— ¡Pues que los compren!
— Sí, sí, es que hay muchas cosas urgentes y no se llega a todo. Lo que quiero decir es que no está bien depender de la caridad de un millonario... Hay que respetar lo público…
— Mira, yo a lo público le tengo todo el respeto del mundo. Pero también tengo un bulto en el pecho, y me gustaría saber cuánto antes si es bueno o malo. No sé a quién le puede hacer daño que un señor muy rico quiera que se dé mejor servicio en la seguridad social. ¿O es que porque Amancio Ortega comprara unos mamógrafos nuevos se iban a quitar los que ya había?
— Ya te digo que seguro que no es nada.
— Si ya sé que no me voy a morir por dos semanas, pero me podría ahorrar unos días de angustia. Oye ¿cuántas mujeres hay ahora mismo esperando una mamografía?
— No sé decirte… Además, esa información es confidencial… bueno, yo que sé, hay muchas.
— Pues a lo mejor habría sido buena idea preguntar a todas esas mujeres que están ahora mordiéndose las uñas aguardando una prueba si les parece bien lo de rechazar la donación del de Zara. Ya verás como no hay ni una que te diga que sí.
