Opinión

Para ponerlo a parir

A VECES leo noticias que consiguen que me vuelva a ver a mí mismo leyendo un Superhumor. Eran aquellos libros que mezclaban a Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, 13 Rúe del Percebe, todo aquello. El miércoles, en la edición general de este diario, contaban cómo obligaron a una mujer que estaba dando a luz a presentarse a una oposición para enfermera. Cuando lees el titular crees haber entendido mal, pero no. Cuando llevaba ocho centímetros de dilatación un funcionario se plantó en el hospital a decir a los médicos que parasen máquinas: la mujer tenía que examinarse.

Vamos a dejar de lado el surrealismo macarra, chapucero y obsceno del proceso en sí para fijarnos en el señor que se plantó en el hospital para detener la dilatación de la opositora. ¿Quién es ese individuo? ¿Cómo fue esa conversación? El tipo llegó al hospital (¿cómo sabía dónde estaba?), entró en la habitación (¿quién le dio el número?), amenazó a la mujer (¿qué le dijo?), llamó al ginecólogo (¿cómo se lo argumentó?) y dijo que de parir, nada. Ole, ole y ole. Algunos se ganan a fuego el apelativo de funcionario en su acepción despectiva. Todo por no decir "no". Luego lo dicen cuando no deben.

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