Opinión

Protagonizar los cambios

EL FENÓMENOS del 15 de mayo de 2011 o la propia composición actual de la representación ciudadana en el Congreso de los Diputados y de muchas de las corporaciones locales son indicadores de las transformaciones sociales y políticas a las que asistimos. La profunda crisis económica que sufrimos y los costes sociales y económicos que tuvo y tiene explican la acentuación y visualización de un proceso que tiene raíces anteriores. La crisis económica es un momento de inflexión, es la situación que permite una visualización radicalizada de unos "culpables -un «ellos"- con una situación de empobrecimiento general, retroceso en los niveles de bienestar y pérdida de confianza en el futuro, con la imposición de un discurso dominante que niega la posibilidad de volver a los niveles de prestaciones y bienestar anteriores a la crisis. Un horizonte sin esperanza que se refleja en las altas tasas de paro de los jóvenes, con la agravante de la falta de expectativas para los hijos de las clases medias que, de ser llamados a alimento estabilizador -social y político- pasan a integrarse en los movimientos alternativos sociopolíticos. Los partidos tradicionales, por la derecha y la izquierda, pierden ese apoyo electoral y pierden la capacidad de movilizarlos e ilusionarlos. Algo similar puede estar pasando, en un país que se cubre de tercera edad, con el voto emitido por los jubilados a los que se les envía el mismo discurso de pérdida de confianza. Esto son hechos a los que la clase dirigente debería dar respuesta. El gran reto para la estabilidad y para que el liderazgo del cambio no caiga en manos de quienes en definitiva cuestionan el propio sistema de libertades, al que sitúan como parte del "mal-ellos", radica en que los partidos y las organizaciones sociales tradicionales asuman e interioricen esta realidad de cambio que exige respuestas nuevas a los partidos y a sus dirigentes.

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