Opinión

Aquella televisión

CON LA diversidad, avalada por el lucro desbocado y el espectáculo fácil, finiquitó la calidad que resplandecía en una época con pocos medios y mejores ideas. También es verdad que los gustos de la gente cambiaron, pero no puede negarse que la televisión actual, con multitud de opciones, solo es mugre si se compara con la que ofrecían dos únicos canales de televisión pública. Leo un reportaje que lo examina, y nada de lo que se emite ahora, salvo excepciones que lo corroboran, tiene parangón con aquellos programas de José Luis Balbín con La clave, Rodríguez de la Fuente, El hombre y la tierra; José María Íñigo, Estudio abierto o Directísimo, Joaquín Soler Serrano con A fondo, dialogando con personajes de la notoriedad de Dalí, Alberti, Carpentier, Juan Rulfo, Fellini, Sábato, Cortázar, Cunqueiro, Cela… O espacios culturales como Estudio 1, series de la factura de Curro Jiménez o concursos del calibre de Un, dos, tres…, por citar algunos ejemplos, con los que ahora tratan de competir Sálvame, grandes hermanos o guirigáis de tertulianos, anulándose unos a otros entre griteríos e insultos.

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