Opinión

El Lugo tiene que pasarse al 'cholismo'

KIKO NO sacó su frac y su sombrero de copa en el Ángel Carro. Tampoco Jorge Alberto González Barillas sacó su varita de mago eterno para ser el Maradona salvadoreño al lado del Miño. Los dos iconos del cadismo hace mucho tiempo que no pisan un césped con la camiseta amarilla de su equipo del alma. Tampoco los necesitó Álvaro Cervera para esperar su momento y derrotar a un Lugo sin alicatado, con las paredes vistas y los pilares con el cemento demasiado fresco para aguantar el edificio.

Construir un equipo lleva un buen puñado de partidos. Obliga a un ejercicio de paciencia infinita, a tragar bilis e irte a la cama de mal humor y sin sueño para respirar. Perder dispara las dudas y lo que un mes atrás se veía con ilusión ahora se observa con la desconfianza de verse en la zona de descenso por primera vez en más de seis años.

La mente del aficionado futbolero va siempre por libre. El miedo se apodera de la cabeza, se aferra con sus garras en el corazón, inocula su veneno para convertir una tarde de sábado en un carrusel de mal humor, cabreo y decepción difícil de explicar a quien no lo ha vivido.

Quizás así se sintiese el público este sábado en el Ángel Carro. Fue a observar otra cosa. Siempre se acude para ver un triunfo de tu equipo y pocas veces se aguanta el resquemor en el cuerpo. Pero quizás sea demasiado pronto para que los pitos afloren. Para que salgan los gritos que no sean de apoyo. Tres jornadas no son el resultado de nada, aunque los síntomas no sean positivos por lo visto ante el Reus, el Spórting y el Cádiz.

Decía Diego Simeone que lo peor para un jugador en el campo es el run run. El Cholo asumía que el run run distraía al futbolista sobre el césped porque no sabe a qué atenerse, qué pensar de aquello. El Cholo no era un tipo que se amedrentara por los pitos de cualquier afición, ya fuese la suya o la contraria. Pero sí por la indefinición, que no te da una cara con la que enfrentarte.

Este sábado en el Ángel Carro no hubo run run, hubo pitos en toda regla y un amago de bronca acallada por el himno a todo meter. No ayuda mucho que sea con el cuerpo caliente, en el césped, con el partido en juego y el marcador corto. Puede servir de acicate con el duelo, finalizado, donde el aficionado debe dar rienda suelta a la crítica.

El Lugo tendrá que convertirse en un Cholo Simeone desde ahora, sacar su mala leche, su ambición desmedida, su espíritu de superación y creer que se puede jugar a lo que quiere Francisco. Ese es el camino para que los seguidores disfruten y no penen por la ciudad una mala tarde de sábado, con un buen varazo en el costado y cero goles que celebrar.

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