Opinión

Tiro al fatxa

UNA NOTICIA de agencia de los primeros días de agosto, que tuvo poco eco en los medios de comunicación, informaba que el juez de la Audiencia Nacional, Ismael Moreno, autorizaba la celebración del "tiro al fatxa", una diversión incluida en el programa de fiestas del municipio navarro Etxarri Aranatz gobernado por Bildu dentro de las jornadas del "inutiyan egune" o día del inútil.

En el tiro al fatxa los lugareños descargan sus iras arrojando piedras, huevos, petardos, tomates y otros objetos a imágenes colocadas en unos paneles que representan a personas e instituciones relacionadas con España, como son la Guardia Civil, la monarquía, los militares, la Iglesia Católica, el presidente del Gobierno y otros cargos políticos.

El magistrado consideró que este divertimento es "una mera expresión de opiniones arriesgadas que inquietan o chocan a diversos sectores de la población", pero no es constitutiva del delito de provocación al odio.

El problema es quien le pone el bozal para que los ciudadanos recuperen la concordia, puedan vivir en paz y expresarse en libertad

Líbreme Dios de cuestionar la decisión del juez que debió entender que ese acto festivo es una nueva forma de "libertad de expresión". Pero me acordé del "desahogo" autorizado de los habitantes de Etxarri Aranatz —y de otros pueblos navarros— al ver como en Cataluña "el planeta Govern" y sus satélites independentistas están practicando o alentando su peculiar "tiro al fatxa" contra todos los que no se adhieren a la causa del referéndum ilegal, que son víctimas de presiones, agresiones verbales y escraches.

En esa diana están los alcaldes —socialistas y de otros partidos— leales al orden establecido, los directores de medios y periodistas, muchos profesionales y miles de ciudadanos respetuosos con la legalidad que se consideran por igual catalanes y españoles.

Sobrecoge el ánimo el relato del alcalde socialista de Terrasa, Jordi Ballart, en su muro de Faceboock: "me han dicho que soy un vendido, un cobarde, un traidor, un sociata de mierda... Me han sugerido que me vaya de Terrasa, que no volveré a despertar..., se han metido con mi condición sexual, con mi pareja y con mis padres...".

En Navarra, en Cataluña y en otras comunidades —felizmente Galicia es una excepción— algunos políticos están sacando a pasear el monstruo de la intolerancia y del odio que cada día está más cómodo y desbocado en la calle. El problema es quien le pone el bozal para que los ciudadanos recuperen la concordia, puedan vivir en paz y expresarse en libertad. Sin ser señalados, insultados, amenazados o agredidos.

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