Opinión

Jugador del Madrid

NO COMO el Barça, que ahora desune, pero el fútbol sirvió siempre más para unir a los pueblos que para enfrentarlos, abriendo fronteras y barreras. Raro será que en lo más apartado y remoto del planeta no aparezca un chaval con la camiseta de Messi o de Cristiano. No es de ahora. Cuenta Manu Leguineche en ‘El camino más corto’, donde relata su vuelta al mundo en los sesenta (60.000 kilómetros en dos años), con otros tres periodistas norteamericanos y un fotógrafo suizo, como les retuvieron durante cuatro horas en la frontera libio-egipcia bajo sospecha de espionaje y sionismo, con el inconveniente añadido de que él no pudo aportar a los aduaneros, con cara de pocos amigos, el certificado de pertenencia al catolicismo, que había declarado. Hasta que uno de ellos se interesó por su profesión: «Futbolista. Juego en el Real Madrid». Mano de santo. Estalló la exultación entre aquellos déspotas, que de la acritud severa pasaron a la efusión desatada: «Oooh, Real Madrid, ¡Di Stéfano!, Oooh, ¡Gento!; Oooh, ¡Puskas!». Al instante se abrieron todas las barreras y se desvanecieron todas las trabas. Se les despachó con inusitado alborozo, pidiendo perdón.

Comentarios