Opinión

La tensión es real y el temor crece

La percepción de que viene una gran tormenta aumentaba ayer sábado en Barcelona, según avanzaba la jornada. La tarde se puso gris hasta metereológicamente. La referencia a la tormenta me la dio un guardia de seguridad: "Aquí va a caer más que agua". Y el temor a que eso pueda suceder hoy domingo lo expresan personas que están tanto a favor como en contra de este "referéndum para nada", según calificación del editorial de Le Monde. Un periodista italiano planeaba irse a dormir a alguno de los colegios que permancen abiertos, con padres y niños dentro, para poder narrar luego en primera persona la llegada de la policía y asistir en directo a un choque. La atención se centra en los altos riesgos para el orden público o, más excatamente, para sucesos que alteren gravemente la convivencia ciudadana.

Hay una amplia parte de la sociedad que hace su vida normal al margen de los acontecimientos noticiosos. Tampoco hay en las ventanas más esteladas que hace unos meses. La gente habla, casi siempre, si se le pregunta cómo ve la situación y qué piensa que puede suceder. Pero no es tema de conversación, salvo que se provoque. Esa misma gente expresa el temor a algo irreversible que cambie la situación. Gallegos que llevan aquí en Barcelona muchas décadas, muchos de ellos integrados lingüísticamente en catalán, expresan su profundo desacuerdo con este proceso y con la "irresponsabilidad" de los dirigentes catalanes. Hay críticas también para Mariano Rajoy por haber dejado llegar la situación hasta aquí.

Un taxista que llegó de Monforte hace casi cincuenta años me puso un ejemplo gráfico: Rajoy hizo como el padre que le repite mil veces al niño que no se mete el dedo en el enchufe pero ni lo aparta ni tapa el enchufe. Al final, el niño mete los dedos y hay riesgo de que además de los daños físicos al niño salte «el diferencial» y la casa se quede sin luz.

La referencia infantil no está desacertada. Tengo la percepción de que hay una sobreactuación -demasiado teatro- por parte de los convoncantes de este referéndum. El misterio llega hasta las convocatorias a los periodistas para el centro de prensa de pago. "A tal hora puede haber algo", como un gran secreto, y al final, con retraso enorme sobre el anuncio del gran enigma, hay una comparecencia de un político. Cuando uno expresa su protesta, le contestan que «estas no son unas elecciones normales". "Pues molt bé, pues adiós", que es lo que hice en la tarde del domingo.

La presentación el viernes en rueda de prensa de la urna por parte del vicepresidente Junqueras, el consejero de Interior, Joaquim Forn, y Raúl Romeva, que trabajó la presencia internacional, transcurrió salpicada de anuncios múltiples y muy reiterados por parte del honorable Forn: "Al final les vamos a mostrar algo especial", reveló. Pude creer que asistiría a algo extradornario. Finalmente un operario se acercó al estrado con algo que descubrieron allí con gran nerviosismo, como niños en mañana de Reyes. Allí estaba la urna de plástico con el escudo de la Generalitat. Pero nadie ofreció un vídeo que mostrase un almacén, en algún punto sin identificar, con las urnas preparadas para este domingo.

Una cierta disposición y táctica comunicativa para transmitir clandestinidad y sensación de persecución. Es capital político para consumo interno en Catluña y para los medios internacionales.

En todo caso, una sobreactuación que corre el riesgo de haber sido alimento para los temores de problemas que no se quisieran ver hoy. La imagen de la Barcelona avanzada quedaría dañada.

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